Tampones

Se cree que las mujeres utilizan tampones desde los tiempos antiguos: así, en la Antigua Roma estaban hechos de lana, en Indonesia – de fibras vegetales, en Japón – de papel, en África – de hierbas especiales, en el Antiguo Egipto – de caña de papiro, y en Hawái – de helecho. 

¿Quién inventó los tampones como los conocemos hoy?

Las primeras menciones del tampón más o menos parecido al que estamos acostumbrados hoy, se remontan a los siglos XVIII y XIX. En 1879, la revista médica British Medical Journal publicó un informe sobre el tubo-tampón vaginal del Dr. Aveling. Estaba hecho de 3-4 capas de algodón empapado en glicerina y se insertaba en la vagina con la ayuda de un expansor especial. Sin embargo, la innovación no se hizo muy popular y se utilizaba principalmente en los hospitales.

En 1929, el osteópata estadounidense Earle Haas inventó el primer tampón higiénico con aplicador: lo creó a partir de dos tubos de cartón y algodón prensado. Cuatro años después, en 1933, patentó su invento y le dió el nombre "Tampax" en el que se combinaron los términos "tampón" y "compresas" ("vaginal packs" en inglés). Luego vendió la patente a Gertrude Tendrich por 32 mil dólares.

Sin embargo, los nuevos productos higiénicos no eran muy populares en aquel entonces. Así, en 1942 en Estados Unidos, la mayoría de las mujeres usaba las llamadas “toallas sanitarias”, mientras que los tampones preferían los modelos, atletas, bailarinas y prostitutas.

Todo cambió en 1947, cuando Judith Esser, una ginecóloga y nadadora apasionada de Alemania, creó el prototipo de tampón o.b.® sin aplicador. En 1950, su versión mejorada y clínicamente probada salió a la venta y pronto se convirtió en un bestseller.

Tampones en nuestros días: ventajas, mitos y más

Hoy en día, estos productos de higiene femenina varían en tamaños y grados de absorción. Hay variantes clásicas y aquellas provistas del aplicador que facilita mucho la inserción y permite poner el tampon de manera higiénica. Muchas mujeres los prefieren a las compresas, porque:

• son invisibles;
• ayudan a ocultar olores desagradables;
• no restringen el movimiento y son casi insensibles;
• permiten mantener un estilo de vida activo (incluso nadar y practicar deporte).

A pesar de su larga historia, los tampones todavía están rodeados por muchos conceptos erróneos. Por ejemplo, algunas mujeres creen que ellos bloquean el flujo menstrual natural, pero no es así. De verdad, funcionan como esponjas, absorbiendo líquido sin interferir con su flujo natural. Otras están convencidas de que son perjudiciales para la microflora de la vagina. Sin embargo, no tienen nada que ver con esto. Si se cambian a tiempo, no alteran el equilibrio natural y no provocan el crecimiento activo de bacterias.

En cuanto a la elección, lo primero que se debe tener en cuenta es el grado de absorción. Hay que optar por un producto adecuado para tu cantidad de secreciones durante la menstruación. En este sentido, tu peso, altura y complexión no importan en absoluto.

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